Me acuerdo de los paseos fronterizos con mi madre. De tomarme una cerveza contigo un jueves por la tarde, cuando la noche parecía arrebatarnos tan bochornoso día, y tú, sin más hacerme ver las estrellas en un día nublado. Suelo coger los autobuses de noche, cuando nadie te puede ver soñar mientras escuchas tu canción favorita, suelo idealizar mientras mantengo conversaciones mundanas, creo conducir cuando los gatos salen en busca de ratones, avanzo lentamente por mi calle, tengo sitio para aparcar, pero me voy a quedar dando más vueltas a ver si consigo entrar en calor en esta noche solitaria de invierno, de nubes y pocas estrellas, de recuerdos pasajeros, de cuerpos imaginarios avanzando a mi lado, tiendo a alargar los días a mi antojo, sin importarme el mañana, a tientas escribo en esta madrugada del 21 de noviembre, la cama reposa a mi lado, yo escribo sentada a su lado, ella me mira desafiante, yo la miro con mi sonrisa de escritora nocturna, hoy las estrellas al parecer no brillan con tanta fuerza, me asomo a la ventana y las hago brillar. Por las tardes suelo hacer trampas, nunca me gustaron las clases cuando el sol se pone, siempre pensé que la playa era mía en ese momento, imaginé infinitos granos de arena cayendo por mi cuerpo, imaginé un atardecer eterno, imaginé el anochecer acompañada de un sentimiento merecedor de estrellas, de estrellas regaladas con un gesto amable.
Imagino mi habitación años atrás, leyendo un libro de mercadillo, imagino una niña deseando levantarse por la mañana para ganar la batalla, me veo a mi deseando nunca dormir para no perderme la magia de los sueños.
Buenas noches me dijeron hace un rato, buenas noches me digo a mí misma.
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