Debo tener fascinación por las ventanas, sobre todo si están abiertas, el sonido de la imagen estática hace de un cuadro una realidad. Nada parece haber cambiado en esta imagen, unos cuantos pajarillos persiguiéndose entre si se encargan de hacerla diferente, y si apuro la vista aun puedo ver más de ellos al fondo de la imagen. ¿Dónde irán estos animalillos voladores que viajan a toda prisa?, de buena gana rompería la tela de la ventana y me iría con ellos al viaje infinito.
El cielo está azul, de un azul oscuro listo para el anochecer, esperando la llamada de las estrellas.Quizá quede una hora para poder contemplarlas.
Precisamente el sonido del motor de un coche allá abajo ha sido el causante del despertar de un sueño paradisiaco.
Los pósters de las paredes se resisten a caerse con el paso del tiempo, parecen no saber que ya pasaron de moda hace bastantes años. En este caso he de autoculparme ante su inmovilidad, ahora mismo no sé lo que está de moda, esa es la causa de que esos adornos de antigua moda adolescente sigan expuestos al despertar de cada mañana.
Dicen que algunas veces vivo en el pasado, es verdad, quizás sea cobarde o quizás no exista palabra clave para expresar está percepción. Echando la vista atrás a esos felices recuerdos una se siente bastante comoda, y no escatima sus fuerzas en refugiarse de vez en cuando, y de paso soltar algunas lágrimas de tipo melancólico.
Los recuerdos tristes prefiero que se identifiquen como pasajeros corto recorrido, no puedo venderles el pasaje a precio imposible porque me podrían seguir atormentando y abandonarme a la locura, pero procuro que bajen en las paradas que nunca pararía yo.
Por suerte la mayoría de las veces el tren está lleno, de personas especiales que alimentan mi vida y siempre podrán viajar en él libremente.
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