He vuelto a viajar, pero esta vez sin moverme de casa, al menos sin moverme de un círculo cotidiano que se mueve día tras día sobre su eje, he viajado sola, por algunas calles que desconocía pero que tan cerca tenía. Llovía, como llueve hoy, intentando de hacer un día cualquiera algo diferente. Todos los días son diferentes, pero peco de no ver la diferencia. Paseé durante algunas horas por calles estrechas, casitas de colores que parece que nunca te vayas a encontrar en esta ciudad. Pensé por un momento sentirme observada, esa sensación de aventurarte en lo desconocido, miro hacia delante y un instante basta para recordarme la vida que soy una persona mas que diambula sin un destino claro, quizás perdida, no me importa demasiado, dondequiera que me lleven estas calles seguiré siento, seguiré estando. Miradas que se cruzan sin importancia y otras que ni se cruza, parece que seamos cuerpos andantes sin más, todo el mundo tiene que ir a algún sitio, o no tiene que ir a ninguna parte, otros no saben donde ir, no me gusta englobarme pero creo que estoy en medio de no se donde ir y no tengo que ir a ninguna parte, contradicción y deseo, aventura y olvido.
Me veo empapada y pienso que así no me dejaran entrar a ningun sitio, el paraguas me lo dejé en casa, se me olvidó ponerle un parche a la naturaleza. Como una lágrima dejé que las gotas cayeran sin cesar sobre mi frente, sobre mis mejillas. Tenía frío, mucho frío, poco a poco conseguí arroparme con la manta que llevo guardada dentro de mi, cuanto más me descubro más calorcito me da, cuando dejo de ser yo me destapa como si no le importase dejándome sola ante la lluvia y el frío, ante la gran ciudad, ante no saber dónde ir y perderme en mi misma calle, comprendo que le de igual, porque yo también me doy igual a mi misma. Le tengo que dar las gracias por haberme cosido la primera parte, aunque luego me deje sola y tenga que arreglarmelas para seguir cosiendo y no dejar de ser yo, sé perfectamente que me puede abandonar en cualquier momento.
Al final de la noche conseguí no tener frío.
miércoles, 28 de marzo de 2007
lunes, 12 de marzo de 2007
En Valencia
El autobús no pasaba, al albototo de gente cada vez mayor, las fallas medio montadas, un gran espectáculo, finalmente el taxi aceleraba destino La Fonteta, El estadio vibraba, los niños corrianan, Stepanova brillante , un gran espectáculo de baloncesto, las mejores jugadoras del mundo se enfrentaban.
La noche del jueves parece tranquila... desde nuestro balcón podemos observar a los drogadictos por las calles del centro de Valencia, les vemos, pero ellos no lo saben aunque les debe de dar igual, unas cuantas fotos y a dormir.
Visita turística mañanera, la Lonja y mucho arte por descubrir. Entramos a la catedral, me recuerda a la Almudena de Madrid, le enciendo cinco velas, como hacía ella cada vez que entraba a una iglesia, una por sus sonrisas, por su cariño, por su amor, por enseñarme tantas cosas y la que siempre me iluminará donde quiera que esté.
El alboroto de gente se hace cada vez mayor. Después de comer un bocata Rita baberá ya está preparada en el balcón para anunciar : "Senyor pirotécnic, pot començar la mascletá" una tormenta de petardos caen sobre nuestros ojos, todo un espectáculo.
El río sin agua sirve de reposo siestero, visitamos unas cuantas torres.
Champagne para bindrar, cervezar para cenar, los colchones en el suelo y un periódico para no manchar lo más encantador que pude ver, lo mas sencillo y lo más emocionante.
Se volverá a repetir, el tren de vuelta me anunciaba que otra ida habría.
La noche del jueves parece tranquila... desde nuestro balcón podemos observar a los drogadictos por las calles del centro de Valencia, les vemos, pero ellos no lo saben aunque les debe de dar igual, unas cuantas fotos y a dormir.
Visita turística mañanera, la Lonja y mucho arte por descubrir. Entramos a la catedral, me recuerda a la Almudena de Madrid, le enciendo cinco velas, como hacía ella cada vez que entraba a una iglesia, una por sus sonrisas, por su cariño, por su amor, por enseñarme tantas cosas y la que siempre me iluminará donde quiera que esté.
El alboroto de gente se hace cada vez mayor. Después de comer un bocata Rita baberá ya está preparada en el balcón para anunciar : "Senyor pirotécnic, pot començar la mascletá" una tormenta de petardos caen sobre nuestros ojos, todo un espectáculo.
El río sin agua sirve de reposo siestero, visitamos unas cuantas torres.
Champagne para bindrar, cervezar para cenar, los colchones en el suelo y un periódico para no manchar lo más encantador que pude ver, lo mas sencillo y lo más emocionante.
Se volverá a repetir, el tren de vuelta me anunciaba que otra ida habría.
lunes, 5 de marzo de 2007
Viaje a Sevilla
Me encuentro en un tren destino Sevilla, es la tercera vez que subo a este tren y la tercera vez que vuelvo a tener las mismas sensaciones, la mayoría de pasajeros son viejecillos, posibles exiliados a Cataluña en busca de fortuna. Las conversaciones son las mismas. Otra vez el mismo hombre vendiendo loteria y navajas.
Voy andando por las calles de la capital andaluza, de repente me doy cuenta de que por pasar desapercibida voy mirando al suelo, me siento una completa inútil, porque así no lograré ver nada y no tendré inspiración alguna, pues simplemente me limito a observar el compás de mis pies.
He visitado varias tiendas de souvenirs, me da la sensación que basta con visitar una para ver todo lo que hay que ver, y así es, toros, cervecita y siesta plasmadas en cualquier objeto de valor o no valor.
La tarde empieza a caer y con ella las temperaturas, el aire comienza a hacer estragos, estoy sentada en una estatuilla con escalones entre el Alcázar y la Giralda. Mucha gente al llegar a este punto se queda sorprendida por la maravillosa vista que complementa esta última con la catedral.
Ya es de noche, las nueve van llegando. Acabo de salir del Starbucks, he estado tomándome un café con caramelo y nata (delicioso), todo muy americano, pero aprovecho que en mi ciudad que yo sepa no existe tal franquicia para darme el gusto, pero mientras tanto sigo pensando que aunque estemos fuera siempre añoraremos lo nuestro, y estas estadounidenses tan veraniegas que me encuentro seguirán viniendo, al Starbuck estén o no en España. Recuerdo a mi amiga Shannon, más bien su cara de satisfacción al entrar en dicho establecimiento madrileño.
Estoy sentada en un banco de la plaza del ayuntamineto, me queda poco tiempo de estar aquí, dentro de unos pocos minutos me levantaré y me iré, como cuando parece pasar un ángel entre nosotros, sin hacer el más mínimo ruido, dejando una huella subjetiva a conciencia de quien pudo presenciarla durante mi estancia, mejor o peor, buena o mala, al fin y al cabo mi huella personal, la única, abierta al mundo y totalmente mejorable en cualquier caso.
Voy andando por las calles de la capital andaluza, de repente me doy cuenta de que por pasar desapercibida voy mirando al suelo, me siento una completa inútil, porque así no lograré ver nada y no tendré inspiración alguna, pues simplemente me limito a observar el compás de mis pies.
He visitado varias tiendas de souvenirs, me da la sensación que basta con visitar una para ver todo lo que hay que ver, y así es, toros, cervecita y siesta plasmadas en cualquier objeto de valor o no valor.
La tarde empieza a caer y con ella las temperaturas, el aire comienza a hacer estragos, estoy sentada en una estatuilla con escalones entre el Alcázar y la Giralda. Mucha gente al llegar a este punto se queda sorprendida por la maravillosa vista que complementa esta última con la catedral.
Ya es de noche, las nueve van llegando. Acabo de salir del Starbucks, he estado tomándome un café con caramelo y nata (delicioso), todo muy americano, pero aprovecho que en mi ciudad que yo sepa no existe tal franquicia para darme el gusto, pero mientras tanto sigo pensando que aunque estemos fuera siempre añoraremos lo nuestro, y estas estadounidenses tan veraniegas que me encuentro seguirán viniendo, al Starbuck estén o no en España. Recuerdo a mi amiga Shannon, más bien su cara de satisfacción al entrar en dicho establecimiento madrileño.
Estoy sentada en un banco de la plaza del ayuntamineto, me queda poco tiempo de estar aquí, dentro de unos pocos minutos me levantaré y me iré, como cuando parece pasar un ángel entre nosotros, sin hacer el más mínimo ruido, dejando una huella subjetiva a conciencia de quien pudo presenciarla durante mi estancia, mejor o peor, buena o mala, al fin y al cabo mi huella personal, la única, abierta al mundo y totalmente mejorable en cualquier caso.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)