No empiezo a escribir sin antes mirar por la ventana, diviso el día que me llena de inspiración y me ofrece la primera nota de esta melodía. No me he percatado de que el cielo estaba nublado hasta que no he reparado en él, y eso que ya queda menos día.
Es ese cielo nublado que hace que una se mantenga en calma y sólo le apetezca bailar con su imaginación. Últimamente me cuesta concentrarme en los deberes diarios, será que mantengo la cabeza en otra parte y ese cantar tan agudo no me deja escuchar más de lo que quiero escuchar. Las clases comienzan a hacerse pesadas sin haber empezado, ni siquiera la más entretenida de las explicaciones hace que me evada de mis pensamientos.
Sin pensarlo ni siquiera una vez cojo el primer bus de la tarde, dirección a ninguna parte, quizás por el camino me apetezca saber a dónde voy, pero ahora sólo quiero perderme en el destino incierto, no estoy segura de que sea mejor que el presente, como quiera que sea casi siempre mi vida ha sido intentos a medias.
El sol brillaba con fuerza, a través del cristal del autobús me veo reflejada, me recuerdo a una tarde en el campo un día de Mona, con el gesto de cuando molesta el sol y la cara roja. De repente tengo calor y siento nostalgia de los días en que se lleva la ropa a medias. Creo estar viviendo en muchos sitios a la vez sin mover un sólo músculo de mi cuerpo, sentada en este autobús. Pronto llegaré al destino y muy a mi pesar tendré que volver a poner los pies en la tierra caminando por la realidad de las calles.
Tomo calle abajo. Todo parece seguir igual. Niños saliendo del colegio, cafeterías repletas de madres contándose chismes esperando la salida de éstos. No se les ve demasiado entusiasmadas, quizás sea la rutina de una simple vida la que se refleja en estos rostros. No son las mismas madres de cuando yo era pequeña, pero sí las mismas expresiones. Puedo ver como ha cambiado todo y es cuando me doy cuenta del tiempo que hacía que no paseaba por aquí, se me quitaron las ganas el día que empecé a crecer y me dí cuenta de que más allá de las afueras del pueblo existía mundo. No quise perdérmelo, de repente siento una extraña sensación, deseo desaparecer pero a la vez siento curiosidad por seguir cuestionando esta realidad.
Parejas que pasean por los parques, algunas pasan cogidas de la mano, imagino que en un tiempo se convertirán como las otras parejas que van juntas, pero distantes en todos los sentidos.
Sigo caminando, puedo escuchar también conversaciones ajenas sin querer. Tratan sin ir más lejos de cuestionar la vida de la vecina, del partido del Domingo, de la lista de la compra, de programas de televisión cuyo nombre quise olvidar al tiempo de escucharlo.
Camino y camino, no me había dado cuenta hasta ahora de que llevo una mochila cargada de libros a la espalda, siento que no es ésta la causante, me he cansado de la vida en general en una hora de camino.
Me vuelvo a casa, me vuelvo a mi mundo.
martes, 24 de marzo de 2009
miércoles, 18 de marzo de 2009
Perdóname
Perdóname por las veces que no te he querido escuchar, por los momentos en que una lágrima tuya era una indiferencia más, por los sitios que no pasamos de la mano.
Por no buscar en lo más profundo de mi corazón una respuesta que nos diese un rayo de esperanza, por no compartir contigo suspiros de felicidad.
Perdoname por las locuras sin justificación, por no haber pasado contigo más minutos de los que me hubiese gustado, por no ver la sensibilidad que hay en tí y fijarme sólo en la mía.
Por consolarme en las noches de soledad y no encontrar tu mano acariciando mi pelo. Por buscar por qués a mis preguntas y no a las tuyas también.
Porque no hayan habido más momentos de playa hasta el anochecer en noches de verano que tanto nos gustan, por no haber hecho de tu cumpleaños una fiesta especial, como fue la mía.
Perdoname por ponerme nerviosa en los momentos de confusión y no saber controlar mis sentimientos, perdoname también por tirar la toalla y refugiarme bajo la almohada en tardes de sol.
Perdoname por escapar, por perderme en los días cada vez que suena el despertador y volver a nadar en el mar de los por qués.
Perdoname por tomar los silencios por respuesta, negando evidencias y matándome a la vez por dentro.
También por justificarme pensando que no me entendías, cuando en verdad no valoraba lo sufiente tu poder de comprensión.
Perdóname por no haberte mostrado quién soy, y entiéndeme cuando te digo que ni yo misma lo he hecho.
Perdóname por escapar.
Por todo ello y por más.
Por no buscar en lo más profundo de mi corazón una respuesta que nos diese un rayo de esperanza, por no compartir contigo suspiros de felicidad.
Perdoname por las locuras sin justificación, por no haber pasado contigo más minutos de los que me hubiese gustado, por no ver la sensibilidad que hay en tí y fijarme sólo en la mía.
Por consolarme en las noches de soledad y no encontrar tu mano acariciando mi pelo. Por buscar por qués a mis preguntas y no a las tuyas también.
Porque no hayan habido más momentos de playa hasta el anochecer en noches de verano que tanto nos gustan, por no haber hecho de tu cumpleaños una fiesta especial, como fue la mía.
Perdoname por ponerme nerviosa en los momentos de confusión y no saber controlar mis sentimientos, perdoname también por tirar la toalla y refugiarme bajo la almohada en tardes de sol.
Perdoname por escapar, por perderme en los días cada vez que suena el despertador y volver a nadar en el mar de los por qués.
Perdoname por tomar los silencios por respuesta, negando evidencias y matándome a la vez por dentro.
También por justificarme pensando que no me entendías, cuando en verdad no valoraba lo sufiente tu poder de comprensión.
Perdóname por no haberte mostrado quién soy, y entiéndeme cuando te digo que ni yo misma lo he hecho.
Perdóname por escapar.
Por todo ello y por más.
sábado, 14 de marzo de 2009
Retomo el blog de anotar la vida desencadenando palabras de mi memoria a mi paso por ésta.
Veo los momentos de inspiración lanzándose al vacío, caen derrotados por minutos de comprensión. Entiendo que es nacesario momentos como este, tomando como compañera a una canción que hace que me entromenta en los resquicios del pasado.
Procuro no preguntarme el por qué de estos pensamientos, perdí demasiado tiempo buscando explicaciones que sólo es preciso que aguarden dentro de mí misma por el resto de mis días, las claves del corazón que no encajan en éste mundo hecho a medida.
Quién tiene el derecho de juzgarme si ni yo misma puedo darme por sentada, quién encontrará las respuestas de la vida en la mirada triste de ese gato en el tejado si no soy yo.
Me siento en cuerpo y alma entregada a la compra-venta diaria con intereses, en el mercado de la vida, y me doy cuenta qué más allá se esconde un mundo sin explorar, ése preciso mundo del que sólo yo me doy cuenta, el que no se lee en ninguna página de intenet.
Procuro también aguardarme de los chismes pasatiempos, sé que en el fondo ésta vida no es tan aburrida como la pintan, y lo que tiene de especial no se encuentra fácilmente como nos hacen creer, los rayos del sol son más fuertes que el ruído escandaloso de un coche tunning con la canción de moda. Los primeros procuro que marquen huella delante de mí, por si acaso me pierdo en esta aventura de mundanos obstaculos.
Siento la vida detrás del telón, un telón de hormigón, y me temo que detrás de éste se encuentre la que no nos dejaron vivir.
Siento cierta curiosidad por saber qué se esconde detrás de las palabras de tantos libros que me quedan por leer, qué se oculta detrás de las palabras de grandes escritores lanzados al olvido.
Maldito el tiempo perdido
Veo los momentos de inspiración lanzándose al vacío, caen derrotados por minutos de comprensión. Entiendo que es nacesario momentos como este, tomando como compañera a una canción que hace que me entromenta en los resquicios del pasado.
Procuro no preguntarme el por qué de estos pensamientos, perdí demasiado tiempo buscando explicaciones que sólo es preciso que aguarden dentro de mí misma por el resto de mis días, las claves del corazón que no encajan en éste mundo hecho a medida.
Quién tiene el derecho de juzgarme si ni yo misma puedo darme por sentada, quién encontrará las respuestas de la vida en la mirada triste de ese gato en el tejado si no soy yo.
Me siento en cuerpo y alma entregada a la compra-venta diaria con intereses, en el mercado de la vida, y me doy cuenta qué más allá se esconde un mundo sin explorar, ése preciso mundo del que sólo yo me doy cuenta, el que no se lee en ninguna página de intenet.
Procuro también aguardarme de los chismes pasatiempos, sé que en el fondo ésta vida no es tan aburrida como la pintan, y lo que tiene de especial no se encuentra fácilmente como nos hacen creer, los rayos del sol son más fuertes que el ruído escandaloso de un coche tunning con la canción de moda. Los primeros procuro que marquen huella delante de mí, por si acaso me pierdo en esta aventura de mundanos obstaculos.
Siento la vida detrás del telón, un telón de hormigón, y me temo que detrás de éste se encuentre la que no nos dejaron vivir.
Siento cierta curiosidad por saber qué se esconde detrás de las palabras de tantos libros que me quedan por leer, qué se oculta detrás de las palabras de grandes escritores lanzados al olvido.
Maldito el tiempo perdido
jueves, 5 de marzo de 2009
El aire choca en la ventana con un enfado demoledor, la noche es fría, el día también lo ha sido, destellos en el cielo al atarceder me recuerdan las refrescantes noches veraniegas.
Yo sigo aquí, acomodada con un par de cojines, sobre la cama eternmente deshecha. Al frente un par de fotografías que me recuerdan una y otra vez quién soy y de dónde vengo, identifico en lo alto del armario cada objeto con un momento exacto de mi corta historia, unos se me asemejan alegres, otros tristes, como cuando miro tu piano de madera, donde guardabas esos adornos que te hacían lucir el semblante.
Otros objetos yacen como almas en pena, no logro ponerles fecha.
Ecribo a la vida y sobre todo a mí misma. Escribo para que esta noche de ideas no se acabe, escribo por miedo a perderlas en un mundo tan uniformemente mecanizado, escribo esta noche lo que durante el día no tuvo sentido en medio de banales conversaciones cotidianas que una se cansa de escuchar. Escribo también a la coreografía que forman las nubes a merced de ese viento.
Ordeno mis ideas sin apabullantes perturbaciones de extrema ignorancia en las que mi sensibilidad corre un riesgo incalculable y hace que me pierda en un mundo alejado de mi misma, bailando a un ritmo que algún día alguien inventó para que nuestras penas dejasen de ser tan tristes por una noche y que hoy todos imitan en verbenas de verano y fúnebres discotecas.
Qué dificil es reencontrarse con una misma al caer la noche. Me expongo a un mañana incierto, a una mañana en el que el disfráz de buenos días hará eco sobre mi cuerpo desnudo.
Era el fin de curso del año 97, mi armario tan desaliñado como yo no alcanzaba a encontrar esa moda destinada al ligoteo del fin de semana, cuando quise darme cuenta de lo desgraciada que era, me sorprendí a mi misma camino a la fiesta con el citado desaliño, , una vestimenta que más bien podría asemejarse a las tardes de domingo descansando mi melancolía sobre la cocina baja llena de brasas.
Ese día, con once años a la espalda, la vida comenzó a cambiar, y pasó a formar parte de una realidad basada en la búsqueda de ideas propias, esas ideas que no están dadas por sentadas en ninguna pantalla.
Hoy a mis veintidós años sigo siendo la misma niña desaliñada que intenta dar repuesta a los por qués que justifican seguir siendo yo.
Yo sigo aquí, acomodada con un par de cojines, sobre la cama eternmente deshecha. Al frente un par de fotografías que me recuerdan una y otra vez quién soy y de dónde vengo, identifico en lo alto del armario cada objeto con un momento exacto de mi corta historia, unos se me asemejan alegres, otros tristes, como cuando miro tu piano de madera, donde guardabas esos adornos que te hacían lucir el semblante.
Otros objetos yacen como almas en pena, no logro ponerles fecha.
Ecribo a la vida y sobre todo a mí misma. Escribo para que esta noche de ideas no se acabe, escribo por miedo a perderlas en un mundo tan uniformemente mecanizado, escribo esta noche lo que durante el día no tuvo sentido en medio de banales conversaciones cotidianas que una se cansa de escuchar. Escribo también a la coreografía que forman las nubes a merced de ese viento.
Ordeno mis ideas sin apabullantes perturbaciones de extrema ignorancia en las que mi sensibilidad corre un riesgo incalculable y hace que me pierda en un mundo alejado de mi misma, bailando a un ritmo que algún día alguien inventó para que nuestras penas dejasen de ser tan tristes por una noche y que hoy todos imitan en verbenas de verano y fúnebres discotecas.
Qué dificil es reencontrarse con una misma al caer la noche. Me expongo a un mañana incierto, a una mañana en el que el disfráz de buenos días hará eco sobre mi cuerpo desnudo.
Era el fin de curso del año 97, mi armario tan desaliñado como yo no alcanzaba a encontrar esa moda destinada al ligoteo del fin de semana, cuando quise darme cuenta de lo desgraciada que era, me sorprendí a mi misma camino a la fiesta con el citado desaliño, , una vestimenta que más bien podría asemejarse a las tardes de domingo descansando mi melancolía sobre la cocina baja llena de brasas.
Ese día, con once años a la espalda, la vida comenzó a cambiar, y pasó a formar parte de una realidad basada en la búsqueda de ideas propias, esas ideas que no están dadas por sentadas en ninguna pantalla.
Hoy a mis veintidós años sigo siendo la misma niña desaliñada que intenta dar repuesta a los por qués que justifican seguir siendo yo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)