Adivino en el fuerte sol, en sus ansias por no ponerse, en el calor de mis entrañas, en el día que no cesa, en el más fiel de mi sueño veraniego, en lujurias nocturnas, que aquel abrigo que me compré una tarde de mi triste invierno dejaré de utilizarlo en cualquier momento, la carretera parece en bom turístico de los '60, al llegar la casa estará tranquila, donde cada uno de mis pensamientos diambulan a su libre albedrío por cada rincón, donde nada ni nadie podría tomar influencia en este momento de paz y tranquilidad conmigo misma. Todavía sigo creyendo en estas ideas que algunas veces y más bien pocas me quitan el sueño, menos aun por el día. Ellas dominan mi vida, el mundo que me rodea, intento racionalizarlas al momento, a la vida que me ha tocado vivir, el optimismo brilla por su ausencia abriendo paso a su tedioso antónimo.
Esta mano que se desliza por este papel tiene la singularidad de parecer haber estado toda su vida (la mía) en un baño de seda, donde la realidad del pensamiento no concuerda con el descaro encantador de su deslizamiento, que bien podría brindarme una lenta canción de Giacobbe al piano, bailando con mis recuerdos, con mis emociones, con lo que vendrá o lo que nunca más volverá, dejándome llevar por mi misma, ese sonido encantador actua sobre mi delicado cuerpo libre de todo pensamiento y atrevimiento ajeno, no sólo estas cuatro paredes son mías, el mundo entero también lo es, ahora estoy entusiasmada con el simple y feliz compás del movimiento, con mi sencilla sonrisa reflejada en el espejo.
Esta aparatosa forma de pensar es demasiado sofisticada para este delicado e influenciado cuerpo.
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