viernes, 2 de octubre de 2009

Casi siempre me quedo con los sueños de la noche, no es que me encante dormir, es que me encanta soñar, hoy estoy muy cansada, hoy he soñado de día, hoy no me apetece irme a dormir, estoy bien así, cansada pero feliz, cansanda y alargando el día todo lo que mi agotamiento lo permita, porque días así no deberían terminar tan rápido, porque mañana quizás tenga que madrugar, pero es tan incierto que casi ni lo percibo, me encuentro en las dos de la madrugada como una tarde de sábado paseando, siento que el silencio de la noche me deja recrearme en los sueños que hoy cumplí, siento que el tiempo me debía una tregua y aquí la tengo, en este mismo instante, siento que cada palabra que escribo un desahogo crece por dentro y que ya es hora de creer en una misma.
Hay que darle más importancia a los sueños, a las percepciones. Anoche soñé el día de hoy, y sentada en un banco de la Gran Vía me he dado cuenta de que no hay nada más bello como que las personas que anoche soñé, son las que realmente llenan mi vida.