Hoy me he puesto por primera vez pantalón corto, no sé si es porque tengo calor o porque no encontraba el largo, el caso es que me ha causado una buena sensación, tumbada en la cama, la misma canción, la ventana ya no la cierro, ahora ya se agradece la brisa. Ya no son las 11 de la noche, si no la 1 de la madrugada, ya no importa, el cielo infernal ha dado paso a las cálidas noches a la luz de la luna, a las nocturnidades nostálgicas, a los gritos en la calle. La habitación no estaba igual, de vez en cuando la cambio para cambiar la visión de la ventana. Hay mucho que hacer a mi alrededor, la casa por segundos esta medio vacía, diez metros cuadrados por persona animal y lugar, aunque el que tengo ahora mismo a mi lado nunca se separaría de mi, preferimos estar uno al lado del otro, no sea que la soledad nos fastide y nos juegue malas pasadas, sin poder hablarnos lo entendemos todo, respeta mi espacio y yo el suyo, sólo cuando no me molesta, y últimamente ni eso.
No es que me haya tocado crecer pronto, es que reniego de jugar a tener el papel de hija, no soy si no una persona más en este castillo, que no espera a que le hagan la comida, si no dije que suspendí aquel exámen por verguenza... tampoco os diré que lo aprobé, la misma verguenza me da, a veces mejor ni preguntar. No merezco ninguna obación por hacer lo que debo, igual que no os di aquel beso por haberme dado la vida.
A aquella maceta se le ha ido el color rojo, se me olvidó que estaba en mi habitación muriendo, corriendo intento darle la vida que le quité, ojala sobreviva esta noche, pienso en ella, como en todos los que estáis ocupando este lugar conmigo, acostandos, mirando hacia ninguna parte y descansando el pensamiento, hasta mañana si dios quiere decían, yo por si acaso he procurado tener todas las puertas cerradas con llave, no vaya a ser que ese dios no crea en el mañana y nos fastidie la tranquila velada.
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