Esta entrada está dedicada a esas personas que pasamos desapercibidas por la vida, personas que parece que no hayamos pisado los sitios que guardamos en nuestra memoria y sin embargo son parte de nosotros.
Para bien o para mal somos demasiada noticia para lo que damos, porque somos el blanco perfecto para el desahogo de los más fuertes, pero sabemos como pasar desapercibidos sin que ello nos afecte en exceso, porque aunque no queramos, dejamos huella allá donde vamos, confiamos más en una mirada que en mil palabras.
Suelo afrontar la manía de las envidias más rencorosas, suelo ver la vida tan injusta que me dan ganas de cruzar la meta y darme por vencedora.
Y es que no me gusta la forma fácil de triunfar, la forma fácil de deshonrar al prójimo.
Tampoco suelo conformarme con casi nada, pero intento que eso no se me note en sociedad, pues ante todo respeto. Intento también que mis palabras no se tomen mucho en cuenta, no vaya a ser que acabe siendo la protagonista de la película, porque sin dudarlo mi actuación en este teatro diario sería pésimo.
Allá mi corazón con las decisiones que toma, porque por él es el único que jamás me arrepentiré de mis actos.
Sea como sea, acabo sonriendo por las noches, haga sol o truene.